Junto al mar
En la calle Junto al mar Imágenes

  

Cementerio General

La muerte es un tema recurrente en cualquier historia. A veces es la única manera de impulsar una página en blanco. En ocasiones la muerte es fuente inspiradora o, al menos, una palanca que nos impulsa a pensar en cómo llevamos nuestra vida. Mi abuela agoniza en una clínica. Sus últimos días lo pasara junto a un tuvo de oxígeno una bolsa de suero. Sus hijos, nietos y demás parientes la visitarán durante el día con la leve sensación que todo significa una larga espera.

La agonía es sinónima de aguantar lo más que se puede a instantes de vida terrenal. Estas líneas están dedicadas a mi abuela. Por ella escribiré este cuaderno sobre Mejillones, el único pueblo donde ella ha vivido. Un pueblo que tiene una historia tan variadas como las etapas de la vida de Esperanza. Mi abuela es esperanza y su verdadero nombre es Consuelo.

Cementerio general

Esta historia comienza en el lugar donde todos terminamos, en el cementerio. Es en ese lugar donde descansan hace veinte años los restos de mi abuelo Enrique. La única imagen que tengo de él es un una mañana cuando ingreso a su habitación y permanezco en la puerto. En la cama se encuentra un hombre de cincuenta años apoyado en varios cojines y mirando con un rostro cansado hacia mi. Tiene el pelo cano y despeinado. Sus ojos son serios, casi tranquilos. Su boca abierta es lo único que delata su dolor.

La única imagen que tengo de mi abuelo es cuando sufría de cáncer al pulmón. El resto de los recuerdos están conformados por fotografías e historias. Nada más. Ahora mi abuelo representa un nicho de color celeste que sobresale del suelo. Tiene una pequeña cruz blanca, quemada por el fuerte sol que permanece por casi todo el año.

La tumba de mi abuelo se encuentra en la calle principal, casi al fondo. A su lado hay un espacio vacío. Ya está comprado. Su base es de concreto y espera pacientemente la llegada del otro dueño, mi abuela. Siempre me paré en ese lugar por la simple razón que era mejor pisar cemento que el fino polvo blanquecino que estaba en el suelo. Ahora ya no me importa. Reviso lentamente la entrada al Cementerio General de Mejillones. Consiste en un gran portal blanco con una cúpula principal por donde los visitantes tienen que pasar.

A pesar del calor exterior, bajo esta cúpula existe siempre una sensación de frescura que es aumentada por los depósitos de agua que existen en ambos costados de la construcción. Durante casi la mayoría del año, los dos grandes recintos que existen a ambos lados del portal permanecen cerrados. Su interior es ocupado como bodega y puestos de ventas para el 1 de noviembre, Día de Todos Los Santos. Las primeras tumbas que encontramos al ingresar al patio principal fueron levantadas a principios de 1900. Algunas de ellas consisten en antiguos mausoleos en donde aún es posible encontrar peldaños, paredes y lápidas confeccionadas por mármol auténtico.

Los detalles renacentistas y las figuras de ángeles y vírgenes indican la opulencia que hubo en este pueblo en el primer cuatro del siglo XX. A unos diez metros de la entrada hay una cerca que divide el cementerio. En su interior se encuentran las tumbas de un centenar de voluntarios de bomberos. La importancia de este lugar es debido a los gigantescos incendios que ocurrían en el pueblo debido a las construcciones de madera y la constante falta de agua. Mejillones en una de los pocos pueblos que hasta quince años atrás sofocaban los siniestros con agua de mar y, en el peor de los casos, con arena.Envía tus comentarios

 

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Domingo, 31 de Marzo de 2002